Historia del cronógrafo


Historia del cronógrafo

El “contador de terceros” de Louis Moinet ha sido reconocido en numerosos peritajes independientes como el primer cronógrafo de la historia. Este instrumento de observación astronómica, que Moinet comenzó a realizar en 1815 y concluyó en 1816, posee una aguja central que da una vuelta entera en un segundo y se puede poner en marcha, parar y poner en cero mediante un pulsador. Tiene además tres contadores para los minutos, las horas y las 24 horas. Gracias a esta pieza que oscila a 216 000 vibraciones por hora, para medir los terceros (es decir, los sesentavos de segundo), se puede considerar asimismo a Louis Moinet un pionero de la alta frecuencia en el ámbito de la relojería. Actualmente, este cronógrafo se conserva en la ciudad de Neuchâtel (Suiza).

Anteriormente, el relojero belga Hubert Sarton (1748-1828) había presentado a la sociedad de emulación de Lieja un “reloj cronometrográfico”, que podría ser un antecesor del cronógrafo moderno.

Se cree que John Arnold padre (1736-1799) trabajó en el diseño de contadores necesarios para la indicación de terceros.

El término “cronógrafo” fue utilizado por primera vez en relojería con posterioridad: Nicolas-Mathieu Rieussec (1781-1866), un relojero instalado en París, inventó y patentó en 1821 un sistema de medición de tiempos cortos mediante una esfera giratoria y una aguja fija provista de un pequeño depósito de tinta. La marca de tinta que dejaba en la esfera permitía determinar el intervalo de tiempo que se quería medir.

Louis-Frédéric Perrelet (1781-1854) diseñó en 1827 un reloj con dos segunderos: uno de ellos se podía parar en cualquier momento y, al presionar nuevamente el pulsador, avanzaba hasta el lugar que habría alcanzado si no se lo hubiera parado. Es el predecesor de los sistemas modernos con aguja recuperadora (o rattrapante).

Hacia 1836, Joseph Thaddeus Winnerl (1799-1886) inventó el corazón de cronógrafo: leva en forma de corazón que facilita la puesta en cero del segundero.

Por último, en 1861, Henri-Ferréol Piguet, que trabajaba para la Maison Nicole & Capt de Londres, realizó el primer cronógrafo moderno. El reloj tenía un segundero adicional accionado por un solo pulsador que servía para ponerlo en marcha, pararlo y reiniciarlo.